Importancia renovada de la agricultura indígena
Pese a haber perdido sus mejores tierras y a una vasta parte de su mano de obra, la agricultura indígena sigue siendo indispensable para la actividad económica de la Nueva España. Por un lado, los españoles se vieron obligados a aceptar una forma de cultivo mixto en el que el maíz y el trigo compartieran tierras. Este hecho hizo evidente que el primer grano, base alimenticia indígena, era de una importancia comparable con la del segundo. Por otro lado, el maguey es cada vez más popular debido a los múltiples usos- que van desde la elaboración de pulque hasta cuerdas y jeringas- que los indígenas le dan. Los diversos chiles y frijoles no por estar dispersos han perdido su popularidad entre los grupos de aborígenes. El algodón se ha ganado el favor de los españoles que ya gustan de fabricar sus ropas a base de este cultivo. Pero, sin lugar a dudadas, el cacao es el gran favorito de toda la Nueva España. Nadie a lo largo y ancho de este territorio desprecia un rico chocolate.
La agricultura indígena está aquí y hacerla desaparecer no sólo sería complicado sino, sobre todo, indeseable.
Entrevista imaginaria con Don Diosdado
Redacción (R)- Buenas tardes señor Diosdado. Nos produce una
gran emoción poder venir desde el futuro para platicar con usted acerca de su
experiencia como comerciante en la Nueva España.
Diosdado (D)- El honor es mío, tío.
R- Tengo entendido que tu padre fue conquistador. Háblanos
un poco acerca de las diferencias que encuentras entre los relatos y
descripciones de tu padre y la Nueva España en que te ha tocado vivir.
D- Hay un sinnúmero de diferencias, ¡joder!. Yo destacaría
principalmente frente al enorme número
de indios que mi padre recordaba todos los días, la Nueva España de ahora está
llena de blancos. Jamás pude ver las abundantes ciudades y poblaciones de
indios, con vestidos extraños y rituales bárbaros. Veo, en vez de todo eso,
españoles por doquier; allá donde se alcanzan a aparecer algunos indios, los
veo rezando y construyendo monasterios o cosechando algo.
R- ¿Que opinión le merecen los indios de los que nos habla?
D- Pues en general me despiertan desconfianza. Sé que no
todos son iguales, pero he tenido algunas malas experiencias con ellos.
Recuerdo la época en la que se les pedia que dejaran de sembrar maíz para
sembrar trigo. ¡Fue un problema del tamaño de los Pirineos! El Virrey acabó
concediendo que se dividieran las parcelas para ser sembradas con ambas
cosechas: maíz y trigo. Entre esa necedad por el maíz y sus múltiples
variedades de chiles y frijoles de verdad que yo no los entiendo. Lo único que
sí les concedo es que no puedo imaginarme a una sola persona en la Nueva España
que rechace un buen chocolate.
R- ¿Cómo es la vida del comerciante? Queremos conocer un
poco su trabajo, sus dificultades y sus bondades.
D- La vida del comerciante no es tan mala como la pintan.
Claro, siendo yo hijo de conquistador, algunos lo ven cómo un castigo divino
(ríe cabizbajo). En fin, esta vida que muchos desdeñan y otros tantos envidian
me ha permitido conocer mucho este reino de la Nueva España. Por ejemplo, no
sabe lo hilarante que me parece que le den el nombre de “ciudad” a una pobre
ciudad de pescadores como lo es Acapulco. Es cierto, es un importante punto de
entrada para productos asiáticos, pero la verdad es que es una mísera villa.
Veracruz también adolece. Pese a tener mejores caminos que te lleven del centro
hacia allá, el puerto es sumamente inseguro. Y pues esta es mi vida, ir de
Acapulco a Veracruz pasando por todas las ciudades importantes: México, Puebla,
Oaxaca y Guadalajara entre otras.
R- Viaja usted a caballo, me imagino.
D- ¡Naturalmente! La verdad es que los animales europeos se
han adaptado muy bien a estas tierras. Mi padre solía contarme lo difícil que
había sido comprar caballos para traer acá; situación que se vio revertida en
cuanto la conquista empezó a arrojar frutos. También hablaba de como el cerdo-
que ahora españoles indios, criollos y mestizos comen por igual- llegó gracias
a ellos, los conquistadores.
R- Para despedirnos quisiéramos que nos dijera que es lo que
más extraña de su terruño castellano.
D- Definitivamente nada. Es cierto, la vida de este lado del
mar es complicada. Sin embargo, los goces que te da son inigualables.
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